Visitas

7.4.13

Yo estaba allí sola, sentada en la arena con la espalda apoyada en una roca contemplando todo el lago y la ciudad allá a lo lejos. Hacía tiempo que había oscurecido y los fuegos artificiales brillaban con todas las estrellas como compañeras.
Se veía hermoso y el viento acunaba las hojas de los árboles allá en el bosque a mi espalda. No hacía ni frío ni calor, era una delicia ver aquel espectáculo.
Estaba sumida en la idea de que no quería dejar aquel lugar nunca cuando noté que alguien se estaba acercando. Miré hacia el hueco que quedaba entre dos rocas y de la oscuridad vi que emergía una figura que reconocí rápidamente: era mi amigo Clay, tan guapo como siempre, con su melena negra moviéndose con delicadeza, su piel marmórea brillando a la luz de la luna y sus ojos oscuros que relucían en la blancura de su rostro. 
"No pretendía asustarte", se disculpó, con esa voz tan grave que siempre me gustó.
"No lo has hecho", dije yo, mirándolo mientras se sentaba a mi lado.
"Sabía que te encontraría aqui, sola, como de costumbre".
"Al fin y al cabo este es nuestro sitio favorito", le sonreí y me devolvió la sonrisa.
"Y lo seguirá siendo hasta que tú quieras".
Después de eso nos quedamos callados. Él nunca fue muy hablador. Yo seguí mirando los fuegos artificiales pero notaba sus ojos posados en mí, recorriendo todo mi cuerpo. La simple idea de pensarlo aún me pone nerviosa.En aquel momento no pude evitar que un escalofrío me invadiera.
Él quizá lo notó; me acarició el cabello castaño que caía en cascada por mi espalda y lo apartó con suavidad hacia mi hombro izquierdo. Él se acercó a mí y dudó, pero entonces comenzó a darme besos en el cuello. En principio eran fríos, pero a medida que llevaba a cabo la acción lo notaba cada vez menos. Sentí un hormigueo especial cuando comenzó a intercalar besos con leves mordiscos y sobre todo cuando me besó la nuca.
Deslizó sus dedos para quitarme la camisa vaquera acariciando mis brazos al mismo tiempo. La dejó caer. Con una mano giró mi rostro para que lo mirara fíjamente a los ojos. No pude aguantar su mirada y la aparté. Clay, sin embargo, me besó primero tímidamente y luego con fuerza aunque ternura. Ambos acabamos emitiendo pequeños gemidos de excitación. De vez en cuando dejaba notar su lengua y acariciaba mis labios con ella. Levantó una mano y me sujetó la cabeza con firmeza. Después de un tiempo se alejó y me volvió a mirar a los ojos.
Él se quitó la camisa de cuadros y se quedó con una camiseta negra ajustada. Me gustó ver su pecho y sus brazos marcados por ella. Me volvió a besar, pero esta vez me acarició la entrepierna por fuera del pantalón. Yo me asusté tanto que me aparté.
"Ssshhh..." me dijo. Me tomó por los hombros y me tumbó boca arriba sobre la arena. Se puso sobre mí a cuatro patas, me sostuvo las muñecas por encima de la cabeza y me volvió a besar. En ese momento sus labios me parecían puro fuego, y mi corazón latía al unísono con aquella entrepierna que él acababa de tocar. 
Me liberó de la mano derecha pero pronto la volvió a sujetar con su izquierda para desplazarme la camiseta y subirla por mi vientre. Me acarició alrededor del ombligo y bajó la mano hasta el botón de los pantalones, lo desabrochó lentamente y bajó la cremallera. Clay pasó la mano por detrás de mi cintura y me levantó, apretándome contra él y así pude notar la dureza de su miembro. Me liberó las manos y me bajó los pantalones, me quitó las deportivas y los sacó completamente. La arena acariciaba mi piel debajo de mi cuerpo.
Él se quitó la camiseta y pude ver su pecho pálido brillando a la luz de la luna. Lo acaricié y sentí su suavidad. Él tomó mi mano y la sujetó de nuevo por encima de la cabeza. Me volvió a besar en los labios y luego descenció por mi cuello, mordisqueando aqui y allá; bajó por la clavícula y de ahí al pecho. Me besó los pechos por encima de la camiseta y continuó su recorrido; me besó el vientre y con los dientes me levantó la camiseta. Luego me la terminó de quitar con las manos y yo no opuse ninguna resistencia. No podía. Sentía vergüenza, pero quería hacerlo.
Me quedé allí tumbada en bragas y sujetador, acariciada por la luna y la arena.
Se inclinó y me susurró al oido: "no te muevas". Le obedecí. 
Me quedé quieta mientras él se ponía de pie; se quitó un zapato y luego el otro y finalmente se bajó los pantalones con lentitud pero no, los calzoncillos no. "Para hacerme esperar", pensé yo, que me moría por tenerlo conmigo.
Yo temblaba.
Se volvió a agachar y se puso de cuclillas junto a mí. Recorrió mi cuerpo con la mirada y acarició mi pierna derecha, desde el tobillo hasta las bragas. Las levantó e introdujo los dedos en ellas y me acarició primero superficialmente y luego los hundió un poquito más. Me tocó lentamente de arriba a abajo y se centró en mi clítoris. Yo cada vez estaba más nerviosa, nunca había experimentado nada parecido. Noté la sangre palpitar. Sacó la mano -me dejó con ganas de más- y me levantó de nuevo para desabrocharme el sujetador. Yo crucé los brazos en el pecho para que no me lo terminara de quitar, pero él me besó las manos y me las apartó. Me sentí indefensa. Volvió a mirarme y me dijo: "túmbate". Obedecí. Me acarició desde el cuello hasta el ombligo una y otra vez en círculo, cada vez más cerca de mis pechos. Al llegar a mi cacho derecho me acarició el pezón de un lado a otro, apenas rozándolo, y en un momento se puso duro. 
No sabía cómo actuar.
Gemí; no me pude aguantar más esa fuerza que nacía desde lo más profundo de mi garganta. 
Él sonrió y soltó una ínfima carcajada.
Con los dedos todavía sobre mi pezón -pero esta vez lo pellizcaba suavemente- se dispuso a besarme de nuevo, brúscamente y con dulzura. Con su mano libre me acarició el cabello y bajó la mano después para volver a acariciarme el sexo.
Yo estaba tan excitada que volví a gemir y él aspiró esos gemidos, los bebió con placer.
Se levantó y ya harto bufó, me arrancó las bragas y él hizo lo mismo con sus calzoncillos, liberando...
Yo abrí los ojos de par en par. "¿Me entrará?", pensé. Clay se mordió el labio y me besó con furia. Respiraba fuertemente y gemía. Se colocó encima y la apoyó en mí. Me aterró al tiempo que me excitó la idea de que podía penetrarme en cualquier momento.
Después apoyó sus labios en mi pezón izquierdo, lo lamió con la punta de la lengua y luego lo mordisqueó al tiempo que presionaba la punta contra mí. Se notaba cálida.
Cada vez presionaba más y más.
Yo estaba envuelta en gemidos, él no cesaba de lamerme primero un pecho y luego el otro al tiempo que su pene se abría paso. No sentí dolor una vez que entró; estaba muy excitada y húmeda y gemí fuerte.Noté una sensación muy fuerte que venía de mi bajo vientre y me iba subiendo poco a poco, me agarré a él y gemí todavía más, temblorosa. Él continuó su tarea y se movió adelante y atrás lentamente y con fuerza, y con cada una de las embestidas yo gemía. Quería a volver a experimentar esa sensación.
Él se apartó y salió de mí.
"No", dijeron mis labios. Fue más bien una súplica.
Él me miró desde arriba y se peinó la melena hacia atrás con los dedos de la mano izquierda mientras me sonreía.
Me empezó a besar el vientre y fue bajando lentamente hasta llegar a mi sexo. La lengua de Clay acarició mi clítoris; a veces la introducía un poquito en mí, cerraba los labios en torno a mi clítoris y luego introdujo tres dedos lentamente en mi vagina. Otro gemido salió de mi boca y fue masturbándome cada vez más rápido mientras sus labios y su lengua seguían su tarea.
Yo no sabía qué hacer. Jamás había experimentado tanto placer, y yo quería más. Mientras gemía hundí mis dedos en su cabello y apreté su cabeza contra mí. No sé  por qué, pero eso me excitó todavía más, gemí con más fuerza y volví a alcanzar esa sensación.
Cuando paró, se apartó de mí y me besó; saboreé de sus labios mi propio interior.
Me susurró al oido: "date la vuelta". Obedecí. Era increíble cómo me manejaba. Me puse a cuatro patas y me empujó de un hombro para que plexionara los brazos y me inclinara hacia delante. Acarició la curva de mi espalda, separó mis piernas y tocó mi sexo con sus dedos. LA apoyó de nuevo en mí y posó sus manos en mi cintura. De nuevo me penetró. 
Me embistió una y otra vez con fuerza. Yo gemí y él también. Le gustaba estar dentro de mí, sentía placer, estaba excitado y eso me hizo excitarme. Con las manos en mi cadera me acercaba a él con cada embestida, hasta quue apartó una de las manos un momento -supuse que para volver a apartarse el pelo- y luego entró en contacto conmigo de manera diferente. Me azotó. No con fuerza ni con rabia, de forma tímida al principio pero cuando vio que me gustaba y que gemía más fuerte con cada azote siguió hasta que ya no pudo más.  Himió una última vez más alto y nos fuimos juntos.
Se dejó caer sobre mi espalda rodeándome con sus brazos y se quedó así un rato abrazado a mí.
Luego salió y Clay y yo nos tumbamos en la arena. Me abrazó y yo me quedé dormida sobre su pecho suave, frío y sudoroso, acunada por sus jadeos y los latidos de su corazón, cubierta por un manto de estrellas y una luna grande y plateada.
Los fuegos artificiales hacía horas que habían acabado, y no me desperté hasta que el sol salió y bañó de un suave calor la ciudad. Ahora menos que nunca deseaba irme de allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario