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18.3.13

Lo Bello

          Se adelantó y caminó entre la multitud. Subió las escaleras y miró a todos los presentes. Al momento desabrochó con decisión la túnica que la cubría y se destapó, dejando ver al mundo su desnudez:
       -Contemplad mi rostro. La juventud reside en él; mis mejillas, sonrosadas; mis labios, perfectos y carnosos; mis ojos, con sus correspondientes pestañas, hacen mi mirada dulce e inocente -irresistible, diría yo, para cualquier hombre-; mi cabello castaño cae en cascada por mi espalda, adornado por unos perfectos rizos cuidados; mi piel marmórea es delicia de cualquier boca, y mis manos, jovenes y delicadas, tienen una manicura envidiable y unos dedos de los que solo un loco se quejaría.
          »Mas fijémonos ahora en lo que no se ve realmente:
      Una cicatriz aqui, en mi brazo izquierdo, de casi quince centímetros de longitud. Una mancha de nacimiento con forma de almendra en la cadera. Numerosas pecas en todo el cuerpo. Diminutos granitos que enrojecen la piel en brazos y piernas. Exceso de grasa en muslos; estrías. Un cuerpo con forma de pera. Pechos pequeños, caidos para una joven de mi edad. Diminutos pezones invertidos, casi inexistentes.
       »Decidme ahora, vosotros que me observáis, si soy hermosa. Aquellos que opinan que mi imagen repugna, pueden marcharse. Los que vean la belleza que reside en mi imperfección...

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