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18.3.13

Lo Bello

          Se adelantó y caminó entre la multitud. Subió las escaleras y miró a todos los presentes. Al momento desabrochó con decisión la túnica que la cubría y se destapó, dejando ver al mundo su desnudez:
       -Contemplad mi rostro. La juventud reside en él; mis mejillas, sonrosadas; mis labios, perfectos y carnosos; mis ojos, con sus correspondientes pestañas, hacen mi mirada dulce e inocente -irresistible, diría yo, para cualquier hombre-; mi cabello castaño cae en cascada por mi espalda, adornado por unos perfectos rizos cuidados; mi piel marmórea es delicia de cualquier boca, y mis manos, jovenes y delicadas, tienen una manicura envidiable y unos dedos de los que solo un loco se quejaría.
          »Mas fijémonos ahora en lo que no se ve realmente:
      Una cicatriz aqui, en mi brazo izquierdo, de casi quince centímetros de longitud. Una mancha de nacimiento con forma de almendra en la cadera. Numerosas pecas en todo el cuerpo. Diminutos granitos que enrojecen la piel en brazos y piernas. Exceso de grasa en muslos; estrías. Un cuerpo con forma de pera. Pechos pequeños, caidos para una joven de mi edad. Diminutos pezones invertidos, casi inexistentes.
       »Decidme ahora, vosotros que me observáis, si soy hermosa. Aquellos que opinan que mi imagen repugna, pueden marcharse. Los que vean la belleza que reside en mi imperfección...

2.3.13

El Sabor de la Nada

"La esperanza que en un tiempo espoleaba tu ardor
ya no quiere montarte
(...)
¡Alma exhausta, vencida! (...)
ni el amor ni la guerra pueden ya cautivarte".

I
¡Olvidad, oh, placeres, a ese pecho sombrío!
Pues también yo he olvidado aquel sabor
de la tranquilidad
en un tiempo en que yo me consideraba
dichosa.
Mas dime, ¿conocí yo esa palabra?
Ha quedado tan lejano ese tiempo
que ya no guardo de él sino retazos
que se me antojan incomprensibles
como partículas de un sueño
que ya apenas guardo.
Aquella que ahora veo 
no es más que una necia
-¡Imbécil!
¡Pobre alma engañada, durmiente
que ha despertado
para ver que la realidad no es más que pesadilla!
Y donde antes disfrutaba
de un dulce cosquilleo
tranquila
reposada,
ahora encuentro la misma satisfacción
en la nada. 
Mente, ¿te has vuelto loca?
Corazón, ¿sigues ahí?
¿Por qué me resulta imposible conmoverme
con la esperanza y el sueño
de mi lejano pasado?
-Ahora solo te quedo yo.
Ahora solo me quedas tú, 
Reina legítima de mis pensamientos.
Eres tú en quien confío,
pues tú llegaste cuando el resto se marchó.
¡Nadie te necesita, Mente!
¡Hasta nunca, Corazón!
-Quedamos tú y yo.
Y solo quedamos nosotras, mi Reina,
y este odio y mi rencor
que han entrado por la fuerza en mi pecho.
-¿Y qué fue de tu lejano YO?
¡Sigue moribunda!
Apenas se puede ya mover.
Nunca le importó a nadie,
déjala morir,
que poco a poco tú y yo
encontraremos la mejor manera de disfrutar
de esta maravillosa nada.

II
No dejéis de traer papel
hasta que, borracha de palabras,
haya expandido mi odio
por el mundo.
Que mi rencor supera
la dulzura; que ya no siento sino dolor.
La justicia hipócrita 
elevó mi ego
para cumplir la ley del más fuerte.
Y cuando me mires a los ojos
y ya no me veas en ellos,
cuando re horrorice 
la sola contemplación
del monstruo que ahora soy...
por favor,
¡celebra tu triunfo!
Porque has conseguido 
lo que nadie logró:
dejaste KO mi inocencia
y restauraste el asco
y el rencor.