Visitas

15.2.13

A una diosa.

¡Tu que gobiernas en lo alto del cosmos, Afrodita!
¡Hija de Zeus, en amor gran licenciada y docta,
por favor, ejemplo divino, permite que yo, en el amor,
consiga lo deseado!
Escucha mi súplica desesperada, dame solo un momento,
y ven a mí con tu áurea presencia de grandeza.
Los querubines te bajaron del Monte Olimpo, 
con aires de grandeza y gracia divina por un camino de rosas blancas.
Una vez frente a mí, ¡oh, mujer! tierna y dulce conmigo
preguntaste qué me hacía llorar, qué dolor tenía,
por qué necesitaba tu ilustre consejo,
quién tenía mi amor y el amor de quién no tenía.
"Basyleesh", me dijiste, "¿por quién derramas tus lágrimas?
Si te rehuye, pronto te va a buscar.
Si rehúsa tus obsequios, pronto te las  ofrecerá.
Si ahora no te ama, ahora lo hará hasta cuando no lo desees".
¡Ayúdame pues con mi desgracia,
dame el amor del amado!
¡Cumple los deseos de mi corazón, obedece mi súplica desesperada
y escúchame.
La batalla lidia, siempre a mi lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario