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19.2.13

A Lady Augustine-Gaëlle Prideux de Bourg.



¡Mirad su pecho terso!
¡Cómo resplandece, 
pálida, su piel!
Su vientre de niña, 
pequeño y dulce,
lleva a los hombres 
a un sueño nefasto
por no poder tener 
a la hermosa,
hermosa Gaëlle.
¡Contemplad sus manos! 
¡Cómo irradian seguridad!
Juguetean con dulzura
esconden un misterio aquí y allá;
dedos delgados, 
blancos como la nieve,
decorado de perlas 
y joyas preciosas.
Y mientras, sus ojos 
grandes, verdes,
envueltos en pestañas 
esconden un sentimiento 
de temor y de miedo.
Bajo un manto de carmín 
se oculta una sonrisa,
y se espolvorea colorete
mientras una sirvienta le traza 
tirabuzones en el cabello.
Lleva puestas
sus mejores galas
en su pecho un corazón
negro ha pintado.

Con lejano desconsuelo
atisba su figura
y no alcanza a evitar 
que en su mente se cuele el reflejo
de su irrefrenable futuro.

¡Ahora da vergüenza
Lady Augustine!
Sus pechos
cuelgan de su busto, 
péndulos de reloj,
edificios, viejas glorias caídas.
Una mano cruel
la ha tomado con rabia
y ha hecho de ella 
una hoja en blanco
que jamás recuperará 
su liso original.
Garras manchadas, 
temblorosas y frágiles
visten joyas 
para ocultar su deterioro.
Se ha maquillado, 
su rostro empolvado,
cubierto su pecho,
pintado sus labios
y espera, en vano,
que nadie se fije
en su cabello
-¡no aguanta los rizos!
¡No aguanta nada!-
Sus ojos
muestran  la imagen
de alguien que sueña 
en aquella que antaño fue.
Observa el triste reflejo de su pasado
e imita su forma de manera risible.
Allí donde un corazón negro
sobre su pecho sigue pintado.

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