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13.4.12

Cuentos de Mamá Pájaro: Cuatro

El tercer huevo de mamá pájaro fue un niño que bajó del árbol cuando tenía doce años.
Fue entonces adoptado por unos padres que no podían tener hijos, por lo que se pusieron muy contentos por poder tener a un niño tan guapo como él.
Sin embargo, como había pasado con sus hermanos, él también poseía genes extraños que provenían de su madre: este niño era capaz de ver cosas que los demás no podían ver. Por ejemplo, su nueva madre era muy amable, cálida y generosa, pero él podía ver todo lo malo que se encontraba en su interior, las cosas malas, perversas y oscuras que todo el mundo posee; además su pelo solía estar revuelto -lo que a él se le parecía enmarañado y completamente despeinado-, y tenía una diminuta verruga que le daba ganas de vomitar cada vez que la veía.
En otras palabras, el niño era capaz de ver todo lo malo y horrible de las personas, tanto de su personalidad como de cosas malas que hubieran hecho, como de su aspecto. Esto hacía sufrir mucho a sus padres porque lloraba sin razón alguna, vomitaba con frecuencia sin estar enfermo y tenía miedo de todo y de todos. Pasado un tiempo entendieron lo que le sucedía a su querido hijo y nunca lo dejaron mirarse en un espejo por miedo a lo que podría ver en sí mismo. 
Durante un año vio a muchachas hermosas pero vanidosas y crueles; hombres de fé que predcaban la semejanza entre todos y que caminaban por el mundo juzgando a los demás sin conocerlos; gente con la nariz grande que a él le parecía una enorme cueva; gente rellenita que ante él parecían planetas enteros.
El niño estaba fuera de peligro mientras se mantuviera alejado de las superficies reflectantes, y sus padres hicieron un buen trabajo protegiéndolo de sí mismo. 
Una mañana se despertó y echó agua en la fuente para lavarse la cara, se inclinó y por un instante vio su rostro reflejado, contemplándose primero con miedo, luego con horror y por último con asco. Tal fue el odio que sintió por su persona que sus ojos simplemente saltaron de sus cuencas a la fuente.
Sus padres lloraron desesperados, pero el niño era feliz porque con sus sentidos restantes no era capaz de percibir lo malo que había en las personas. En cuanto a lo que vio cuando se reflejó en el agua, nadie lo sabe con seguridad; solo que es lo más horripilante y despreciable que puede encontrarse en un ser humano.

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