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23.4.12

Cuentos de Mamá-Pájaro: CINCO

El último huevo de mamá-pájaro era una niña que bajó del árbol a los 18 años. Esta ultima tuvo un problema, y es que no terminó de desarrollarse del todo; era bastante transparente y delicada, enfermiza y delgada. Casi parecía que podías pasar a través de ella.
Anduvo durante mucho tiempo y llegó a una pequeña aldea situada en el mismo bosque en el que estaba el árbol de mamá-pájaro. Allí la gente era feliz y despreocupada, todo lo contrario a la casi inexistente joven  que se sentía torpe, abatida e incapaz.
Con todo, quiso hacer un esfuerzo y trató de hablar con los habitantes de aquel poblado. ¡Qué inútil! Pues su malformación impedía que los demás la vieran y sus deformes cuerdas vocales no eran capaces de elevar su voz  más allá del leve susurro de las hojas de los árboles meciéndose con el viento muy, muy lejos de allí. ¿Qué hacer ahora? Fue de persona en persona, de mujer en hombre, en niño y en bestia, y nadie la notó.
Sus esperanzas menguaron y su tristeza aumentó. Ya no tenía fuerza para nada más y no quería seguir viviendo de aquella manera, por lo que decidió terminar sus esfuerzos y se quedó sentada en el suelo en el centro de aquella aldea. Cada día su llanto era peor hasta que un día su mal infestó el pueblo haciendo que la gente se convirtiera en polvo poco a poco. Como no la veían ni la notaban, no sabían de dónde venía aquella maldición; llamaron a todos los médicos que conocían, pero aquellos que pisaban el pueblo -e incluso el bosque- corrían la misma suerte. 
La joven no era consciente de su mal, simplemente vivía pasiva a lo que sucedía en la aldea. Hasta que un día no quedó nadie  que no se hubiera convertido en polvo, y la muchacha murió al cabo de unos días de hambre. Aquel pueblo quedó en el olvido hasta que mucho tiempo después, una nube notó la presencia marchita de la niña y lloró por ella; allí, justo donde su transparente cadáver alimentó el suelo, las lágrimas de la nube hicieron crecer la semilla del mal en el mundo.


FIN


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