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25.12.11

El Ballet

Da comienzo la función; los fluidos movimientos hipnotizan, te evaden a otro mundo, te embelesan; te fundes en el lugar que queda entre la melodía y los pasos. Tu alma abandona tu cuerpo, dejas de ser tu para ser el ritmo. Te embriagas de melodía y el éxtasis se apodera de ti con cada giro, cada salto; cada tic-tac de tu reloj es efímero, diminuto, huidizo, como los bailarines que te deleitan con sus divinas y perfectas proporciones.
Y cuando piensas que lo más onírico y escondido de tu pensamiento se ha reunido en un escenario, el telón desciende para dejarte sediento de hermosura.
El telón se eleva, y vuelves a sentir la belleza de las formas en el movimiento de las dos personas que exhiben su perfección al envidioso público. Durante una hora y media el mundo entero es el escenario, durante solo dos horas consigues creer que la perfección y lo imposible se funden en dos figuras que prácticamente levitan con cada sístole y diastole de tu corazón.

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